Add new comment

Lecturas de verano 2011: El bolígrafo de gel verde

Mi música para este libro es "Don't live me now" de la extraordinaria banda "Supertramp", porque me desgarra tanto la fuerza de los instrumentos y el grito llorado de Roger Hodgson como lo ha hecho el libro.

El libro, del que ya hablamos aquí, comienza así:

Una vida -cualquiera- se resume en una serie de acontecimientos especiales, de puntos y aparte. Puntos que, por más tiempo que transcurra, permanecen intactos en la memoria, remanentes hasta el mismo día en que nos alcanza la muerte.
...
No suelen ser hechos trascendentes, sino simples momentos tan insignificantes para cualquier otra persona como especiales para uno mismo: el primer "te quiero", la muerte de un familiar o la muerte de un ser querido, la frontera que traza el primer "usted", el temblor de piernas incontrolable tras un accidente, las noches pasadas en un hospital prometiendo cosas a un dios que después olvidas, el primer beso en los labios o el primer beso en la boca -nunca es lo mismo-, la peor discusión con tu mejor amigo, ver tempranear el sol, la cicatriz más grande del cuerpo, el brotar de una vida, las noches en casa de los abuelos, descubrir que una pesadilla ha sido una pesadilla o la primera vez que comprendes que siempre que alguien quiere comprar hay alguien que, al final, vende.

Al terminar de leer ese párrafo fue la primera vez que cerré el libro y me quedé un rato pensando. La vida, ¿qué es la vida? Simplemente eso.

El libro está escrito en forma de diario y, por tanto, de forma autobiográfica: a cada fecha concreta, a cada hora de dicha fecha, le sigue un relato en primera persona del protagonista: un informático que trabaja en el departamento de desarrollo software de una empresa. Un informático que va sufriendo día tras día el ritmo infernal al que nos somete la actual sociedad de consumo.

Hace años que tuvimos que contratar a alguien que hiciera lo que nosotros no podíamos. Nos ha faltado siempre tiempo. Nos ha faltado tiempo porque hemos tenido que trabajar demasiado. Hemos tenido que trabajar tanto porque, hoy en día, para todo se necesita dinero. Dinero para mantener a un niño al que apenas veíamos; dinero para contratar a una persona que nos limpiara la casa en la que apenas estábamos; dinero para vivir una vida que no hemos disfrutado. Todo tan circular, todo tan ridículo.

Un informático que, como si de una aguja más de un virtual reloj terrestre, cada día traza puntual (incluso en los retrasos, en las prisas posteriores, en los nervios, en los golpes al claxon...) todo su recorrido, de forma exacta, confundiendo lo importante con lo irrelevante, como hacemos todos más veces de las que debemos.

Un informático que se adentra en el mundo del dolor más sublime: aquel que jamás puede ser desprendido, aquel que es fruto de una pérdida irrecuperable, aquel que te deja todo un mundo plagado de emociones que mientras estaban no llegabas a apreciar con todo su sabor, con todo su significado, que incluso despreciabas por la rutina que acaba envolviéndolo todo:

Jamás podré expresar el dolor que llegué a sentir bajo aquella manta. Jamás podrá nadie comprender la dureza de la realidad en estado puro. Débil, abatido, derribado, dejé, sin oponer resistencia, que la tristeza comenzase a enraizarse en mi cuerpo. Unas raíces que, en su crecer, rozaron las partes más sensibles del recuerdo: la lucha por las sábanas en plena madrugada; las tres cucharadas de azúcar en el café; el primer beso del día bajo la puerta, antes de separarnos; el segundo al regresar a casa, de noche; el tercero, el que nos dábamos por rutina antes de cerrar los ojos; el yogur con trozos de chocolate; el disimular de unas lágrimas que le asomaban apenas aparecía una escena romántica en cualquier película; el correr por las mañanas para, de un salto, subirse en nuestra cama; su sonrisa incondicional al verme llegar por la noche; la lucha diaria para que se acabase de tragar la comida; sus primeras palabras; sus pequeños ojos mientras dormía, mientras dormían ambos...

Una lectura demoledora para un mes de vacaciones. Una lectura que más de una vez me ha hecho sentir tres puñales clavados en mi pecho. Una lectura que, ¡ojalá!, haya reafirmado en mí todo aquello que de verdad importa.

Y, para aquellos que os sintáis atraídos y queráis leer el libro, no leáis el siguiente recuadro azul pues creo que en él está la clave de todo, no la trama ni el argumento del libro, sino el quid último de todas nuestras vidas de ciudad de siglo XXI de productividad entredicha de carreras de infartos y continua competición por todo:

Hay una palabra capaz de resumir todo un cambio de vida: tiempo. Tiempo para conocer nuevos lugares; tiempo para disfrutar por las mañanas de unas caricias, por las noches de unos roces más profundos. Tiempo para hablar de problemas y soluciones, para besar en cualquier parte del otro cuerpo, para aprender cosas que enseñar a los demás, para saber que los niños siempre desean jugar con sus padres, para leer y disfrutar haciéndolo, para perderlo porque se tiene, para disfrutar de la soledad, para estar en compañía...

Cuando las cosas no van como esperamos, nos empecinamos en cambiar de personajes, cuando lo único que hay que hacer es cambiar de historia.

Salud para intentar seguir viviendo.

Datos: "El bolígrafo de gel verde" de Eloy Moreno. Espasa Narrativa. 1ª Edición: enero de 2011. 6ª Edición: febrero de 2011.

Clasificado en artículos de:

comment reply