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Que agradable es llegar a esta recondita cala a resguardo de tramontanas y sirocos, de levantes y ponientes. Al abrigo de corrientes y rompientes.

Fondear proa al ligero terral, arranchar aparejos y sentimientos.

Sentarse junto al espejo de popa, acariciar un vaso de ron entre las manos y sentir la brisa en la cara, el rumor del viento en las jarcias y dejarse acunar por las suaves olas.

Este es un hospitalario puerto al que volvere a menudo.

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