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La inteligencia fracasada. Resumen del capítulo I. La inteligencia malograda.

CAPITULO I. LA INTELIGENCIA MALOGRADA

Sección 1

El autor, J.A. Marina, comienza este capítulo intentado captar nuestra atención. Nos plantea la siguiente pregunta: ¿Por qué una persona muy inteligente malogra su vida por un comportamiento muy estúpido? Y lo ilustra con varios ejemplos: el de un afamado y respetado juez americano que acaba acosando a su amante cuando esta le deja, y el de un alumno suyo con alto coeficiente de inteligencia que acaba en chirona tras crear una banda de maleantes. “¿Era tan inteligente este alumno como decían sus tests de inteligencia? Contestar esta pregunta me va a llevar el resto del libro”, dice Marina.

Tras esta llamada de atención pasa a definir lo que el entiende por inteligencia: “Llamo inteligencia a la capacidad de un sujeto para dirigir su comportamiento, utilizando la información captada, aprendida, elaborada y producida por él mismo”.

Y a partir de la definición es fácil entender los fracasos de la inteligencia, esta puede fracasar: “porque no dirija, no capte, no aprenda o no sepa utilizar lo que aprende”.

Parece que es algo novedoso, y que “llama la atención”, decir que la inteligencia es una “capacidad de dirección”. Aquí el autor comienza a guiarnos hacia su “cartografía de la inteligencia” y a complementar lo que tradicionalmente se ha asociado, y por tanto evaluado, a la inteligencia: percibir, relacionar, aprender, argumentar (capacidades cognitivas básicas). Acaba reafirmándose en esto con afirmaciones tales como: “la culminación de la inteligencia, su éxito, está en dirigir bien la conducta”. Si la inteligencia no consigue realizar bien su función estamos ante inteligencias dañadas (el problema está al principio: patologías mentales, traumas, etc.) o inteligencias fracasadas (el problema está al final: sin deficiencias de origen equivocaron su camino).

Este párrafo es una excelente conclusión para el final de la sección 1: “Si queremos ser fieles a la realidad, hemos de admitir que nuestra inteligencia tiene dos pisos, es una inteligencia dúplex. Una cosa es la capacidad intelectual -el piso bajo- y otra el uso que hacemos de esa capacidad -el piso de arriba-. Una persona muy inteligente puede usar su inteligencia estúpidamente. Esta es la esencia del fracaso, la gran paradoja de la inteligencia, que, como todas las paradojas, produce una especie de mareo. La discrepancia entre “ser” inteligente y “comportarse” inteligentemente nos revela que entre ambos niveles hay un hiato(nota: hiato=separación), donde actúa un campo de fuerzas mal descrito, y esto abre un interesante y urgente campo de investigación”.

Sección 2

La conclusión de la sección anterior abre las puertas a una cartografía de la inteligencia:

* En el nivel inferior sitúa a la inteligencia estructural (capacidad básica medida por los test de inteligencia) y que “para subrayar su nivel operativo” también la denomina inteligencia computacional.
* En el nivel intermedio: un factor de distorsión, algunos deformadores epistemológicos (nota: epistemología: Doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico), afectivos u operativos.
* En el nivel superior: El uso de la inteligencia, es decir, “lo que un sujeto hace con sus capacidades”. Por ahora no existe un test para medirla, nos señala Marina.

¿Qué compone el nivel inferior: la inteligencia estructural o computacional? Este nivel está compuesto “por una serie de mecanismos, capacidades, modos de respuesta que funcionan por debajo del nivel consciente. No conocemos sus actividades sino sólo alguno de sus resultados. Aquí encontramos: el miedo, la capacidad de ver (el sentido, estricto, de la visión), la furia, los celos, los resentimientos, la envidia, la vergüenza, etc. A cada uno de estos mecanismos Marina les denomina módulo, y nos dice que “los módulos autónomos (dotados de cierta independencia) proporcionan soluciones muy concretas a problemas muy concretos”. Por ejemplo, ante un peligro el miedo nos hace enfrentarnos a él, o paralizarnos o huir. Este conjunto de módulos está programado “desde la noche de los tiempos”.

¿Cuál es la misión del nivel superior, del uso de la inteligencia? “Es iniciar, dirigir y controlar, hasta donde pueda, las maquinaciones de la inteligencia computacional”.

Se libra por tanto una encarnizada lucha entre ambos niveles y surgen conflictos entre los propios módulos afectivos que “entran en colisión” algunas veces. “El ser humano es egoísta y altruista, independiente y social, pasional y racional”.

El autor cierra esta sección con la “siguiente conclusión provisional”: “La causa del fracaso de la inteligencia es la intervención de un módulo inadecuado, que ha adquirido una inmerecida preeminencia por un fallo de la inteligencia ejecutiva”. Y la ilustra con un caso “muy simple”, y muy desgarrador: “La furia es un módulo afectivo que lleva a la agresión. Acabo de leer en el periódico que en un ataque de ira un hombre ha abrasado a su mujer con una sartén de aceite hirviendo y, horrorizado, después se ha tirado por el balcón”. Y continúa reafirmándose: “En todos los fracasos que voy a analizar encuentro, con mayor o menor dramatismo, uno de esos elementos. La inadecuación del módulo – por rigidez, por anacronismo, por blindarse contra la experiencia, por impedir la continuación de la vida- o una falta de eficacia del yo ejecutivo, que se entrega a los automatismos computacionales y a las marejadas de la emoción”.

Nota: esta sección tiene mucho que ver con la teoría que descubrí (allá por el año 2000) en el famoso libro de Daniel Goleman “Inteligencia Emocional”, concretamente viene descrito en el capítulo 2: Anatomía de un secuestro emocional.

Sección 3

En esta sección Marina intenta ligar la inteligencia con una correcta elección de metas. Lo hace así: “Inventar fines es la característica más propia de la inteligencia humana. Y si se equivoca en los fines se equivoca en todo. La inteligencia no trata sólo de resolver problemas, sino de plantearlos...” “...Una meta equivocada o falsa o mala pervierte todos los razonamientos que conduzcan a ella”.

Y desde aquí enuncia un “Principio de la jerarquía de los marcos”: “Los pensamientos o actividades que son en sí inteligentes, pueden resultar estúpidos si el marco en que se mueven es estúpido”.

Como siempre, utiliza muchos ejemplos para ilustrarlo, yo me quedo con este por lo demoledor y por lo gráfico: “Los países avanzados tienen que reducir la producción de alimentos o destruir parte de las cosechas para no hundir el mercado. Se paga por no cultivar. Es una decisión correcta desde el punto de vista económico. Pero hay más de mil millones de personas muriéndose de hambre, lo que hace que esa racionalidad, adecuada a su marco, resulte a la vez criminal en un marco más amplio”.

En otras palabras, dice Marina: “El Principio de la jerarquía de los marcos me parece imprescindible para comprender el comportamiento humano y evaluarlo con justicia. Nos obliga a una estratificación de los juicios. Lo que a un nivel es aceptable puede dejar de serlo si ese nivel entero es abominable”.

Y en este devenir acaba anunciando otro principio: “Para evaluar la inteligencia de un comportamiento, tenemos que justificar previamente la jerarquía de marcos que establecemos, y evaluar desde el superior”.

Que levante la mano aquel que tras este principio no haya exclamado: ¡mal vamos! ;-)

Claro, en este punto todos nos estamos preguntando: ¿Cuál es el marco superior? y lo que es más difícil ¿Cuál es el camino, el orden en el que unos marcos van englobando a otros -al estilo del juego de las muñecas rusas-? Bueno, Marina esboza un tercer principio: “La inteligencia fracasa cuando se equivoca en la elección del marco. El marco de superior jerarquía para el individuo es su felicidad. Es un fracaso de la inteligencia aquello que le aparte o le impida conseguir la felicidad”.

¡Acabáramos! }:-)
Dicho así... la cosa parece fácil. Pero si uno se para a pensarlo se torna en ardua tarea, ¿o no?

Sección 4

Concluye Marina: “Ya he descubierto tres posibles causas de la estupidez. La intromisión de módulos mentales inadecuados, la ineficacia de la inteligencia ejecutiva, una equivocada jerarquía de los marcos”.

Recordando que prefería no utilizar la palabra estupidez sino fracaso (“etimológicamente proviene del francés casser que significa romper”) de la inteligencia acaba inventariando las posibles destrucciones:

Los fracasos cognitivos.
Los fracasos afectivos.
Los lenguajes fracasados.
Los fracasos de la voluntad.

En los que profundizará en los siguientes capítulos: II, III, IV y V.

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