Triana

Siempre que hablo de música con los amigos y llegamos al momento de ordenar los grupos que más nos gustan, comienzo con esta frase: "dejando fuera a Triana, inclasificable dentro de mi posible lista, el grupo que más me gusta es..."

Triana para mí es algo más que un grupo, es el amanecer de la niñez a la adolescencia, es el descubrimiento de lo ya finalizado sintiéndolo inabarcable, el lamento de no haberlos conocido antes, el saber que ya no habrá más. Es el recuerdo de luminosas mañanas de primavera, grises tardes de otoño, compartidas noches de verano... y el del amigo que se fue.

Cuando escucho su música siento el rezumar de la libertad, de la pureza de sentimientos... y el amor traspasando mi pecho.

Sonidos llenos de sabor de un pueblo, compuestos por cada una de las desgarradas caídas de la voz de Jesús de la Rosa, por cada magistral rasgueo de guitarra de Eduardo Rodríguez y por cada golpe rítmico de Juan José Palacios. E imágenes llenas de naturaleza: ríos y mares, sombra y luz, cielo e "infierno", pájaros de alas blancas, montes y flores, lagos y lluvia y nidos y ventanas y mañanas y estrellas fugaces... y recuerdos de una noche.

Lanzaron el primer disco, "El Patio" (1975), cuando yo sólo tenía dos años. El último, "Llegó el día" (1983), cuando aún jugaba en las calles de mi barrio sin conocerlos. El primero rezuma energía, ganas de comerse el mundo, libertad y frescura. El último, quizá, el partir de las musas y el de Jesús, que murió en accidente de circulación el 14 de octubre de ese mismo año. Extraño sortilegio. Hoy se cumplen 27 años.

Os dejo esta magnífica canción que, no siendo de las más conocidas, sí refleja, a mi parecer, gran parte de la esencia del grupo que he intentado transmitir en los párrafos anteriores. Con todos vosotros: "Hasta volver".

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